Por Cintia Stirling, autora de Amor en Espera.
Tal vez tú has conocido a alguien a quien quisiste guiar a Cristo. Le compartiste tu fe, tu pasión por Dios, lo invitaste a la iglesia. Sin embargo esa persona no mostró el mas mínimo interés en ninguna de estas cosas. No te desalientes, muy seguramente tú no has sido ni la primera ni la última persona que Dios use para alcanzar esa alma. Si esa persona te insultó, se burló de ti o te menospreció debido a tu fe, tampoco te angusties por ello. Muchos fueron también los que insultaron y menospreciaron a Jesús y no por ello él se avergonzó de ser el hijo de Dios.
Creer en el sacrificio que Jesús hizo por nosotros para que fuéramos salvos no debe ser motivo de vergüenza para nadie, sino debe ser motivo de orgullo y de gozo. ¡Tú eres una hija de Dios! No importa lo que los demás piensen de ti o lo que los demás crean.
“Dichosos serán ustedes cuando por mi causa la gente los insulte, los persiga y levante contra ustedes toda clase de calumnias. Alégrense y llénense de júbilo, porque les espera una gran recompensa en el cielo. Así también persiguieron a los profetas que los precedieron a ustedes.” (Mateo 5:11-12)
Lo importante no es lo que la gente diga o piense de ti, sino lo que Dios diga y piense de ti. Cierta vez yo también fui despreciada por hombres debido a mi fe y por querer agradar a Dios. Sin embargo hoy puedo decir que por mantenerme firme, Dios me recompensó en maneras que exceden por mucho las expectativas que yo tenía. Conviértete en una hija de la cual Dios diga: “!Bien hecho hija mía. En lo poco, en lo difícil, en lo adverso me fuiste fiel, ahora en lo mucho te pondré. Entra en el gozo de tu Señor!”
La escritura tiene razón cuando dice que no te unas a un incrédulo. Si tu te sientes sola por ser soltera, créeme que al unirte a un no creyente, no solo te seguirás sintiendo sola, sino también vacía, incomprendida y rechazada. Porque las cosas que ellos quieren hacer, tú no las querrás hacer y viceversa. Las cosas espirituales de las cuales tú quieres platicar, para ellos no tienen sentido. Las cosas que tu amas, que te apasionan, que te traen la mayor satisfacción y alegría, ellos no las entienden. No habrá nada en común entre ustedes.
Si tú has estado o estas en una relación con un no creyente, tal vez Dios te permitió conocer a esa persona por un simple y sencillo propósito: que tú le compartieras de Dios y que sembraras una semilla de amor, de verdad y de fe en él. Muy posiblemente hiciste tu trabajo bien y no viste ningún fruto. Tal vez te sientes triste porque piensas que esa persona no conoció de Dios o le entregó su vida. No te desanimes, Dios es un Dios compasivo, lleno de amor y misericordia, y Él no dejará de seguir tocando a la puerta de su corazón. Aunque él no sea el hombre que Dios ha destinado para ti como tu esposo, tú cumpliste con el propósito que Dios tenía para que lo conocieras. Puede que esa semilla en algún futuro germine y de mucho fruto. Puede que otros vengan y rieguen la semilla que tú sembraste. Como bien dice la palabra: “Yo sembré, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento” (1 Corintios 3:6). Tú no conoces los planes y caminos del Señor. Pero a ti no te corresponde preocuparte más por ello. Dios tiene el control de todas las cosas. Lo único que puedes hacer es orar por esa persona para que Dios lo alcance y transforme su corazón y por último debes dejarlo ir. Fuera de eso, no hay nada más que hacer, ni siquiera estar triste. Solo tienes que voltear la página porque estas por comenzar un nuevo capítulo en tu vida. Esperemos que esta vez sea con un creyente en Cristo.
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